domingo, 28 de noviembre de 2010

Pesadilla antes del Clásico...

Todo esto no paso, ni pasará, y ni espero que exista jamás más allá de mi imaginación.  Aunque no estaría del todo mal.


Es lunes por la noche, en el Camp Nou del Clásico.

Antes de iniciarse el partido, un láser ciega a Iturralde y al suplente.

El partido se retrasa: se busca desesperadamente y con urgencia reemplazos.

Por suerte, dos colegiados que están en el palco y en condiciones de salir al campo son reclutados in extremis: Megía Dávila hará de titular y Clos Gómez su sustituto.

Comienza el partido entre abucheos y pitos.

Desde un principio es una lucha cuerpo a cuerpo. El tiquitaca del Barça se encuentra con un muro infranqueable, una defensa tan magistral como brutal en su ejecución.

En las pantorrillas de Iniesta teñidas de blaugrana se puede leer claramente el número de pie de Sergio Ramos, que recibe una merecida tarjeta amarilla, seguida de la estupefacción del público que pedía la roja..

Justo antes del segundo tiempo, con el marcador en 0-0, en un regate Messi se tuerce un tobillo al golpear contra la bota de Pepe -que pasaba por allí y que se lleva una advertencia del colegiado-.

Guardiola le reemplaza por Bojan.

Llega el descanso, sin goles y con un Barcelona magullado, pero todavía firme.

Segunda parte. El Madrid ha pasado de la defensa al ataque. Es ahora cuando llegan al área, sólo para ser rechazados una y otra vez por Valdés, Piqué y Puyol.

Fuera de juego. Fuera de juego. Fuera de juego. La defensa del Barcelona está perfectamente alineada. Cristiano, De María y el otro lo intentan todo.

Pasan los minutos, un cuarto de hora.

Iniesta hace lo que puede, pero es ya una sombra de si mismo. Cuando a fuerza de golpes, una pantorrilla empieza a sangrar y los esfuerzos de los preparadores son en vano, no queda más remedio.

Mascherano sale por Iniesta.

Los minutos pasan con un mismo resultado. Hasta que finalmente, en el minuto ochenta, Cristiano Ronaldo queda solo frente a la portería y Valdés se lanza sobre el balón. Cristiano cae derribado.

Inexplicablemente, el árbitro marca penalty y Valdés recibe una tarjeta roja y es expulsado. El Barça está jugando con diez. Sale Pinto para reemplazarle y entra Abidal.

Son momentos tensos. Hasta las piedras contienen la respiración.

Cristiano Ronaldo apunta, acelera, tira. El balón va fuera por un pelo. Cien mil gargantas lanzan un grito de puro alivio.

Es el minuto ochenta y cinco.

El partido se inclina todavía más a favor del Madrid. El Barcelona está agotado, apaleado, desesperado, pero mantiene la defensa como puede, aun a sabiendas de que es sólo cuestión de tiempo.

Rozando el último minuto, De María llegar al área una vez más, en una jugada calcada de la anterior de Cristiano. Pinto, sin dudarlo ni pensarlo, se lanza a por el balón. Y la respuesta del arbitro es la misma. Roja, expulsión y penalty.

Pinto está fuera. El tercer portero mira la situación desde el banquillo, impotente. Hay nueve jugadores del Barcelona y no puede hacer más cambios.

Guardiola hace un gesto. Pinto le da los guantes de portero a Piqué, que se pone debajo de los palos.

El Camp Nou sólo puede mirar atónito. El árbitro va a añadir dos minutos. Estamos ya en tiempo de descuento.

Higuaín va a lanzar el penalty.

Tira. El balón va con efecto hacia la escuadra. Pero Piqué lo ha visto venir. Salta. Lo ha atrapado.

El silencio de las gradas se ha convertido en un un rugido, en algo primario como el furor de una galerna.

Durante un par de segundos, Piqué queda en posición fetal sobre el balón, como si temiera que vinieran a quitárselo, pero los jugadores del Madrid están todavía anonadados. Ya lo veían en el centro del campo.

Piqué se levanta. En el otro extremo del campo ve a Dudek en chandal que se está aproximando a Casillas como para decirle algo en medio del estruendo.

Una idea extraña le pasa por la cabeza. Sabe que no tendrá otra oportunidad y que no hay tiempo para nada más. Ya han pasado dos cosas impensables.

¿Por qué no tres?

Toma velocidad y lanza, con rabia, con fuerza arrolladora, con la mano, el balón hacia la portería contraria.

El balón describe un arco, pasa el medio campo por encima de los incrédulos ojos de Ozil, cuya expresión de sorpresa bate récords.

Casillas no está mirando, Casillas tiene la oreja pegada a la boca de Dudek para que este le pueda pasar quien sabe que consigna.

Cuando finalmente repara en el balón que se acerca, es justo cuando el estruendo decae. Oye un silbato: es el cuarto árbitro que sanciona a Dudek por salir del banquillo sin ir a calentar.

A consecuencia del silbato, gira la cabeza: es, por desgracia, suficiente para romper su concentración en el momento crítico.

El balón entra en la portería.

Piqué ha marcado gol, con la mano, dentro del área.

Megía Dávila está blanco. Clos Gómez entra al campo, le sacude, le grita sin obtener respuesta. Desesperado, señala él mismo el centro del campo.

1-0

Y final del partido.

...y colorín, colorado...

3 comentarios:

  1. jajajaja, qué bueno...

    Lástima que no juegue Higuaín, es el único fallo.

    Del equipo de la alegría al equipo del orgasmou... El día de Benzemá, el día de la Bestia... El día del gatillazo... ¡¡¡PIM PAM PUM!!! Golazo de Piqué...

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  2. Bueno, si jugara Higuain por Marca tampoco nos ibamos a enterar...

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  3. Pues depende, si gana el Mou Team no nos enteraríamos si Higuaín jugó o no..., pero si pierden nos íbamos a enterar bien enterados: sería por sus fallos y porque no se la pasó al Macho Man, que se encontraba desmarcado, aunque marcado por los lásers asesinos...

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